El tratamiento facial de luz pulsada es un método que permite desvanecer arrugas, rojeces e imperfecciones en general para mejorar la calidad de la piel. Consiste en aplicar impulsos de luz, cortos y concentrados, que eliminan la capa cutánea externa y calientan la que queda debajo para estimular la formación de colágeno. A diferencia de otros tratamientos —dermoabrasión, peeling químico— la precisión de la luz pulsada permite controlar mejor la exfoliación.
¿Para qué se utiliza la luz pulsada?
La luz pulsada elimina arrugas leves, manchas de nacimiento o propias de la edad y piel envejecida y/o dañada por el sol. Se puede emplear para suprimir marcas de acné pero no sirve a la hora de combatir procesos activos. Su uso es inviable en personas de piel muy oscura, y tampoco se puede utilizar para tratar lesiones profundas (cicatrices, por ejemplo).
¿En qué consiste la intervención?
El proceso es ambulatorio, indoloro y no requiere tiempo de recuperación. La luz pulsada se aplica en quirófano, tras proteger los ojos con unas gafas especiales y administrar un gel que reduce la sensación de calor. Se requieren entre cuatro y cinco sesiones de unos 20 minutos, cada tres o cuatro semanas, y aunque pueden aparecer enrojecimientos o inflamaciones en las zonas tratadas, desaparecen al cabo de unas horas. Mientras dure el tratamiento debe utilizarse un fotoprotector solar.
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